viernes, 19 de diciembre de 2008

LA CIFRA DE VÍCTIMAS DEL HAMBRE ALCANZA YA LOS 963 MILLONES

Última publicación de la FAO sobre el hambre en el mundo.
Otros 40 millones de personas han sido abocadas al hambre este año debido principalmente al alza de los precios alimentarios, según las cifras preliminares dadas a conocer hoy por la FAO. Con ello la cifra total de desnutridos en el mundo se eleva ya a 963 millones, comparada con los 923 millones de 2007, mientras que la actual crisis económica y financiera puede conducir todavía a más gente hacia el hambre y la pobreza, según alertó hoy la Organización de la ONU.
"Los precios de los alimentos han bajado a nivel mundial desde principios de 2008, pero este descenso no ha solucionado la crisis alimentaria en muchos países pobres", dijo el Director General Adjunto de la FAO Hafez Ghanem, al presentar la última edición del informe de la FAO sobre el hambre: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo (SOFI 2008).
"Para millones de personas en los países en desarrollo, contar a diario con una cantidad mínima de alimentos para llevar una vida sana y activa es un sueño lejano. Las causas estructurales del hambre, como la falta de acceso a la tierra, crédito o empleo, combinados con los altos precios de los alimentos, continúan siendo una triste realidad", aseguró.
Los precios de los principales cereales han caído más del 50 por ciento desde sus máximos a principios de 2008, pero permanecen altos comparados con los años precedentes. A pesar del fuerte descenso en los últimos meses, el Índice de Precios de la FAO era todavía un 28 por ciento más alto en octubre de 2008 comparado con octubre de 2006.
Con precios de semillas y fertilizantes (y de otros insumos) a más del doble de su nivel de 2006, los campesinos pobres no han podido aumentar su producción. Pero los agricultores pudientes, en particular los de los países desarrollados, han podido hacer frente al alza de precios de los insumos y aumentar sus plantaciones. Como consecuencia, se espera que la producción de cereales en los países desarrollados crezca al menos un 10 por ciento en 2008. Por su parte, el incremento en los países en desarrollo no pasará del uno por ciento.
"Si el descenso de precios y la restricción del crédito asociada con la crisis económica fuerza a los campesinos a producir menos alimentos, el año próximo podríamos asistir a otro brusco alza de los precios", subrayó Ghanem. "El objetivo -añadió- de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA) de 1996, de reducir a la mitad la cifra de hambrientos en 2015, requiere un fuerte compromiso político e inversiones en los países pobres de al menos 30.000 millones de dólares anuales para la agricultura y cobertura social para los pobres".
El mapa del hambre
La gran mayoría de las personas desnutridas en el mundo -907 millones- vive en países en desarrollo, según los datos de 2007 que ofrece El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo. De ellas, el 65 por ciento se concentra en siete países: India, China, la República Democrática del Congo, Bangladesh, Indonesia, Pakistán y Etiopía. Los progresos en los países de mayor población tendrán un importante impacto en la reducción del hambre a nivel mundial.
Casi dos tercios (583 millones en 2007) de los hambrientos del mundo viven en Asia, continente con una nutrida población y progresos relativamente lentos en la reducción del hambre. Como dato positivo, algunos países del Sudeste asiático, como Tailandia y Viet Nam han realizado avances notables hacia los objetivos de la CMA, mientras que Asia meridional y central han experimentado retrocesos en la lucha contra el hambre.
En África subsahariana, una de cada tres personas (236 millones en 2007) sufre de desnutrición crónica, el porcentaje más alto de personas desnutridas sobre el total de la población, según el informe. La mayor parte del incremento de hambrientos ha tenido lugar en un único país: la República Democrática del Congo, como resultado de un conflicto generalizado y persistente. El país africano ha pasado de 11 millones de desnutridos (en 2003-05) a 43 millones, con una proporción sobre la población total del 29 al 76 por ciento.
En conjunto, África subsahariana ha realizado algunos progresos en reducir la proporción de víctimas del hambre crónica, que ha bajado del 34 (1995-97) al 30 por ciento (2003-2005). Ghana, Congo, Nigeria, Mozambique y Malawi han conseguido las mayores reducciones en este sentido. Ghana es el único país africano que ha alcanzado los niveles de reducción del hambre marcados por la CMA y los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El crecimiento de su producción agrícola ha sido la clave del éxito.
Latinoamérica y el Caribe alcanzaron su mayor éxito en la reducción del hambre antes del alza de los precios. Pero las subidas han incrementado el número de personas hambrientas en la región, que se situó en 51 millones en 2007.
Los países de Oriente Próximo y el Norte de África experimentan por lo general niveles reducidos de desnutrición. Pero los conflictos (en Afganistán e Iraq) y el alza de precios alimentarios han elevado la cifra, desde 15 millones de desnutridos en 1990-92 a 37 millones en 2007.
Objetivo difícil de alcanzar
Algunos países se encontraban bien encarrilados para alcanzar los objetivos de la CMA, antes de que los precios de los alimentos se disparasen. "Incluso estos países han sufrido retrocesos: parte de los progresos alcanzados se han cancelado debido al alza de precios. La crisis ha afectado principalmente a los más pobres, los campesinos sin tierra y las familias encabezadas por mujeres", afirmó Ghanem. "Será necesario -añadió- un esfuerzo global enorme y decidido, junto a acciones concretas, para reducir el número de hambrientos a 500 millones en 2015".
Exportaciones amenazadas
La situación del hambre en el mundo puede deteriorarse todavía más si la crisis financiera golpea la economía real de cada vez más países. La reducción de la demanda en los países desarrollados amenaza los ingresos que los países en desarrollo obtienen a través de las exportaciones. Las remesas de los emigrantes, las inversiones y otros flujos de capital -incluyendo la ayuda al desarrollo-, se encuentran también amenazados. Las economías emergentes en particular son susceptibles del impacto duradero de la restricción de créditos, incluso si la crisis es de corta duración.
OFICINA DE LA FAO EN ESPAÑA. MADRID

LOS SUPERMERCADOS Y LA CRISIS ALIMENTARIA MUNDIAL

Esther Vivas* 05-12-08
El monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar lo qué consumimos, a qué precio lo compramos, de quién procede, cómo ha sido elaborado, con qué productos, etc. Nuestra alimentación depende cada día más de los intereses de estas grandes cadenas de venta al detalle y su poder se evidencia con toda crudeza en una situación de crisis. Su aparición en el transcurso del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo a la lógica del capital y del mercado.
La crisis alimentaria ha dejado sin comida a miles de personas en todo el mundo. A la cifra de 850 millones de hambrientos, el Banco Mundial añade cien más fruto de la crisis actual. El “tsunami” del hambre no tiene nada de natural, sino que es resultado de las políticas neoliberales impuestas durante décadas por las instituciones internacionales. Hoy, el problema no es la falta de alimentos sino la imposibilidad para acceder a ellos debido a sus altos precios.
Esta crisis alimentaria deja tras sí a una larga lista de perdedores y de ganadores. Entre los más afectados, se encuentran mujeres, niños y niñas, campesinos y campesinas expulsados de sus tierras, pobres urbanos... En definitiva, aquellos que engrosan las filas de las y los oprimidos del sistema capitalista. Entre los ganadores, encontramos a las multinacionales de la industria agroalimentaria que controlan de origen a fin la cadena de producción, transformación y comercialización de los alimentos. De este modo, mientras la situación de crisis azota, principalmente, a los países del sur global, las multinacionales del sector ven multiplicar sus ganancias.
Monopolios
La cadena agroalimentaria está controlada en cada uno de sus tramos (semillas, fertilizantes, transformación, distribución, etc.) por multinacionales que consiguen grandes beneficios gracias a un modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado. Un sistema que cuenta con el apoyo explícito de las élites políticas y de las instituciones internacionales que anteponen los beneficios de estas empresas a las necesidades alimenticias de las personas y el respeto al medio ambiente.
La gran distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la cuota de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a un 75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas de supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y en países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del total. Las megafusiones son la dinámica habitual en el sector. De este modo, las grandes corporaciones, con su matriz en los países occidentales, absorben a cadenas más pequeñas en todo el planeta asegurándose su expansión a nivel internacional y, especialmente, en los países del sur global.
Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar lo qué consumimos, a qué precio lo compramos, de quién procede, cómo ha sido elaborado, con qué productos, etc. En el año 2006, la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue Wal-Mart y en el listado de las cincuenta mayores empresas mundiales se encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger, Royal Ahold y Costco. Nuestra alimentación depende cada día más de los intereses de estas grandes cadenas de venta al detalle y su poder se evidencia con toda crudeza en una situación de crisis.
De hecho, en abril del 2008 y frente a la situación de crisis alimentaria mundial, las dos mayores cadenas de supermercados de Estados Unidos, Sam’s Club (propiedad de Wal-Mart) y Costco (de venta a mayoristas), apostaron por racionar la venta de arroz en sus establecimientos aludiendo a una posible restricción en el suministro de este cereal. En Sam’s Club, se limitó la venta de tres variedades de arroz (basmati, jasmine y grano largo) así como la compra de sacos de arroz de nueve o más quilos a un total de cuatro por cliente; en Costco se restringió la venta de harina y de arroz frente al aumento de la demanda. En Gran Bretaña, Tilda (la principal importadora de arroz basmati a nivel mundial) también estableció restricciones a la venta de arroz en algunos establecimientos al por mayor. Con esta medida se puso en evidencia la capacidad de las grandes cadenas de distribución de incidir en la compra y venta de determinados productos, limitar su distribución e influir en la fijación de sus precios. Un hecho que ni siquiera se había producido en Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, cuando sí se restringió el acopio de petróleo, neumáticos y bombillas, pero no de alimentos.
Cambio de hábitos
Otra dinámica que se ha puesto de relieve frente a la situación de crisis alimentaria ha sido el cambio de hábitos a la hora de hacer la compra. Ante la necesidad, por parte de los clientes, de abrocharse el cinturón y buscar aquellos establecimientos con precios más baratos, las cadenas de descuento han sido las que han salido ganando. En Italia, Gran Bretaña, Estado Español, Portugal y Francia, estos supermercados han visto aumentar sus ventas entre un 13% y un 9% el primer trimestre del 2008 respecto al año anterior.
Otro indicador del cambio de tendencia es el aumento de las ventas de marcas blancas que ya suponen, según datos del primer trimestre del 2008, en Gran Bretaña un 43,7% del volumen total de ventas, en el Estado Español un 32,8%, en Alemania un 31,6% y en Portugal y Francia alrededor del 30%. Cuando son, precisamente, las marcas blancas las que dan un mayor beneficio a las grandes cadenas de distribución y permiten una mayor fidelización de sus clientes.
Pero más allá del papel que la gran distribución pueda jugar en una situación de crisis (con restricciones a la venta de algunos de sus productos; cambios en los hábitos de compra, etc.), este modelo de distribución ejerce a nivel estructural un fuerte control e impacto negativo en los distintos actores que participan en la cadena de distribución de alimentos: campesinos/as, proveedores, consumidores/as, trabajadores/as, etc. De hecho, la aparición de los supermercados, hipermercados, cadenas de descuento, autoservicios..., en el transcurso del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo a la lógica del capital y del mercado.
* Esther Vivas es miembro de la Red de Consumo Solidario y de la campaña No te comas el mundo. Es coautora del libro Supermercados, no gracias (Icaria editorial, 2007). Publicado en AAVV Introducción a la Crisis Alimentaria Global, Barcelona, No te comas el mundo.